Saturday, August 25, 2007

deportista calificado

Ser deportista en el Perú es cosa seria. Y no me refiero al fútbol, actividad deportiva preferida en este país. Me refiero a ser deportista; a ser de esa extraña especie, esa rara avis que se despierta temprano, balancea sus alimentos, entrena su cuerpo durante horas, salta, corre, lanza objetos contundentes con la fuerza de sus brazos, nada, levanta pesas, corre, corre, corre.
Son personas disciplinadas, de mente sana en cuerpo sano. Personas que a menudo tienen que salir en televisión pidiendo apoyo económico para poder participar en un campeonato internacional con el afán de hacernos presentes (a todos nosotros) en los podios mundiales. Son personas que sacrifican horas de sueño, de estudio, de diversión por lograr unos segundos menos o unos metros más. Son extraños, pues no los entendemos; y ya sea como ciudadanos de a pie o como responsables del área deportiva, no apoyamos como se debe.
Ahora, imaginemos que somos deportistas, que nos levantamos tempranísimo, que salimos a trotar aunque caigan gotas de llovizna sobre nosotros y el frío nos cale los huesos, que seguimos creyendo en nuestro país a pesar de todo y que seguimos luchando por sacarlo adelante, por alegrar un momento a los demás, por hacerlos (y hacernos) sentir orgullosos de ser rojiblancos. Imaginemos. Hagamos otro esfuerzo: intentemos pensar que además de todo eso, nos falta o no nos responde un brazo, una pierna, un miembro de nuestras extremidades, no uno, está bien, digamos dos; imaginemos que no tenemos las mismas capacidades mentales, intelectuales o cognitivas que el promedio, que somos especiales como dicen algunos, o con capacidades diferentes. Imaginemos todo eso y conjuguémoslo. ¿No es acaso más loable? ¿No es acaso igual de digno? ¿No merecen los deportistas el apoyo de toda la comunidad, de toda esta sociedad sedienta, ansiosa y necesitada de victorias, de logros, de triunfos?
No seamos indiferentes a la situación. El poder ciudadano es fuerte, sólo nos falta alcanzar ese status, el de ciudadanos. Cuando lo logremos (cumpliendo con nuestros deberes, reclamando nuestros derechos, respetando el de los demás) podremos estar organizados y entenderemos la valía de estos hombres y mujeres; podremos reclamar por un trato justo, por mayores presupuestos. Nosotros elegimos a quienes nos gobiernan, ellos deben servir a la población, a toda ella. Se necesita devolver la dignidad al pueblo. No esperemos a ver a un deportista en la televisión, con cara de tristeza, de necesidad, de pena, pidiendo por apoyo, suplicando por alguna ayuda que por derecho le corresponde.
Esto no es todo; es sólo una muestra. El país necesita de cambios, pero los cambios empiezan por nosotros.
Seamos dignos, seámoslo siempre.

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