Sunday, November 09, 2008

una semana sin alcohol

se había vuelto costumbre. antes de cada almuercito, cenita gourmet, al retornar a casa después del trabajo o simplemente para pasar un buen rato, un copetín de lo que fuera: pisco sour, maracuyá sour, chilcanín, whisky en las rocas, vino... delicioso vino tinto!
y la costumbre de beber había degenerado en tomar hasta morir cada vez que tenía una reunión con los amigos del colegio, de la universidad o lo que fuera. reuniones donde se proyecta cierta cantidad de bebida por cabeza, pero que al llegar a su fin, cual magos de sus sombreros, aparecen más y más cajas de cebada fermentada o botellas de un hombre caminante en fulgurante dorado sobre fondo negro.
pero el sabio organismo humano me avisó sobre los estragos que estaba presentando y los problemas que a futuro podría presentar. llega un momento en que dices que sería mejor parar la mano, que tu ritmo ya no es el de antes, que cuando eras más chiquillo le entrabas duro. tal como comentaba con mi primo diego, serán los años? acaso cercanos los 30 nos damos cuenta que debemos parar un poco la mano, proyectándonos a futuro?
el hecho es que abandoné el trago, el alcohol, la juerga desenfrenada, el fullvaso, el aperitivo, el copetín, la chelita post ceviche, el roncito de noche, el wiskacho post chamba. chau, bye, au revoir, agur. y la experiencia no está siendo mala. anoche pasé un buen rato con unos amigos y en mis manos sólo el vaso de bebida gaseosa; en mí, la buena disposición; en mis amigos, la consideración a mi decisión, y en mi cuerpo, una sensación de purificación.

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