Sunday, August 26, 2007

qué tal concha!

¡es indigante!, mi novia me contó sobre el hecho y lo creí de buenas a primeras pues se trataba de la bozzo, una mequetrefe que en busca de notoriedad y de un contrato con una televisora carroñera que vive de la miseria humana, fue a pisco, cuidad iqueña, a levantar al pueblo en contra de ellos mismos. hoy pasé por el blog del morsa ( http://elmorsa.blogspot.com ) y pude ver el videito de marras. ¡qué elemento este ser ¿humano? (no definitivamente humano no es)!
indignante, no hay más palabras.
asunto pendiente: de cruzarme por ahí con el hijo de puta del mamarracho que lleva por marido, primero le escupo, luego hago que se cuadre y le saco la mierda por imbécil y cobarde (miren cómo ataca a un brigadista, un voluntario, una persona-a-quien-nadie-le-paga, por la espalda).
otro asunto pendiente: si alguien sabe de su ubicación, me lo hacen saber, si? cosa que lo busco y le hago lo mismo. si alguien quiere unirse, pasen la voz.
inconmensurablemente indignado. disculpen las palabrotas.

la recuerdo

en la última semana he estado aprendiendo cómo moverme por los pasillos de los ocho pisos del centro asistencial donde trabajo; conociendo los atajos o sitios por donde no pasar o pasar desapercibido de ser necesario (por ejemplo a eso de las 2 o 3 a.m.)
pero un lugar por donde siempre paso y al cual incluso ingreso es a la sala de la unidad de cuidados intensivos, uci que le dicen en ese afán médico de abreviar o llevar a siglas todo aquello que tenga más de 2 palabras. ingreso para ver pacientes, hacerles las historias, indicar narcóticos, opioides o psicofármacos, pero siempre que paso por ahí o estoy dentro de sus paredes, me acuerdo de ella. fue hace más de un año cuando, enterados de la situación, fuimos con los amigos a busar información sobre su estado. recuerdo que no podíamos entrar, al menos no todos los que queríamos hacerlo, puesto que la uci es un lugar de acceso restringido. lo que sucedió después es algo ya conocido.
muchas veces me he preguntado en cuál de aquellas camas estuvo reposado su cuerpo mientras luchaba por salir. me he preguntado también si quise verla así o recordarla como siempre lo hago. me he preguntado sobre lo injusto de acabar bruscamente una vida joven. me he preguntado muchas cosas.
pensar en ella es parte de mis días, pues muy aparte de la corta amistad que nos unió, paso muchas veces a diario por la puerta que nos separaba y la recuerdo; la imagino en su uniforme blanco, conversando, fumando un pucho después del almuerzo, hablando por el celular, riendo, siempre riendo.
la recuerdo, y no dejo de sentir su ausencia...

Saturday, August 25, 2007

deportista calificado

Ser deportista en el Perú es cosa seria. Y no me refiero al fútbol, actividad deportiva preferida en este país. Me refiero a ser deportista; a ser de esa extraña especie, esa rara avis que se despierta temprano, balancea sus alimentos, entrena su cuerpo durante horas, salta, corre, lanza objetos contundentes con la fuerza de sus brazos, nada, levanta pesas, corre, corre, corre.
Son personas disciplinadas, de mente sana en cuerpo sano. Personas que a menudo tienen que salir en televisión pidiendo apoyo económico para poder participar en un campeonato internacional con el afán de hacernos presentes (a todos nosotros) en los podios mundiales. Son personas que sacrifican horas de sueño, de estudio, de diversión por lograr unos segundos menos o unos metros más. Son extraños, pues no los entendemos; y ya sea como ciudadanos de a pie o como responsables del área deportiva, no apoyamos como se debe.
Ahora, imaginemos que somos deportistas, que nos levantamos tempranísimo, que salimos a trotar aunque caigan gotas de llovizna sobre nosotros y el frío nos cale los huesos, que seguimos creyendo en nuestro país a pesar de todo y que seguimos luchando por sacarlo adelante, por alegrar un momento a los demás, por hacerlos (y hacernos) sentir orgullosos de ser rojiblancos. Imaginemos. Hagamos otro esfuerzo: intentemos pensar que además de todo eso, nos falta o no nos responde un brazo, una pierna, un miembro de nuestras extremidades, no uno, está bien, digamos dos; imaginemos que no tenemos las mismas capacidades mentales, intelectuales o cognitivas que el promedio, que somos especiales como dicen algunos, o con capacidades diferentes. Imaginemos todo eso y conjuguémoslo. ¿No es acaso más loable? ¿No es acaso igual de digno? ¿No merecen los deportistas el apoyo de toda la comunidad, de toda esta sociedad sedienta, ansiosa y necesitada de victorias, de logros, de triunfos?
No seamos indiferentes a la situación. El poder ciudadano es fuerte, sólo nos falta alcanzar ese status, el de ciudadanos. Cuando lo logremos (cumpliendo con nuestros deberes, reclamando nuestros derechos, respetando el de los demás) podremos estar organizados y entenderemos la valía de estos hombres y mujeres; podremos reclamar por un trato justo, por mayores presupuestos. Nosotros elegimos a quienes nos gobiernan, ellos deben servir a la población, a toda ella. Se necesita devolver la dignidad al pueblo. No esperemos a ver a un deportista en la televisión, con cara de tristeza, de necesidad, de pena, pidiendo por apoyo, suplicando por alguna ayuda que por derecho le corresponde.
Esto no es todo; es sólo una muestra. El país necesita de cambios, pero los cambios empiezan por nosotros.
Seamos dignos, seámoslo siempre.

Sunday, August 19, 2007

carta abierta, destinatario oculto

desde un inicio, cuando nuestra amistad ni siquiera estaba fecundada, me caíste bien. ya en embrión, empecé a conocerte, algo retraída quizá por el hecho que no fueramos amigos de toda la vida. en una fiesta de compadres, camaradas y hermanos, nació nuestro afecto. bonita amistad decorada y sazonada por piscos sour, bailes graciosísimos, películas culturosas, chat nocturno, noctámbulo y nictálope.
y si bien no nos hemos visto tan seguido como quisiéramos, en el último año, siempre he estado pendiente de tí. revisando tu bitácora, riendo, pensando o reflexionando con las cosas tan lindas, personales, profundas que escribes.
tal vez no estuve ahí cuando necesitabas más que buenas palabras escritas en la pantalla de tu monitor. tal vez necesitaste de un abrazo fuerte o de una carajeada, también fuerte, para salir del letargo.
hoy quiero que sepas que luego de tanto tiempo sin verte, conocí algo más de tí. dejaste que dentro del árbol de nuestra amistad surgiera una nueva rama. supe algo más personal. no me siento bien sabiendo que las personas que quiero la pasan mal. quiero verte reir, conmigo, con nuestros amigos. no es fácil. me siento impotente. quisiera hacer algo más que escribir esto para poder decirte que estoy ahí, que cuentas conmigo. que este mar es inmenso, que no hay nada mejor que remarlo con los amigos... amigos que tal como escuché alguna vez por ahí, son hermanos que uno escoge. estoy aquí, quiero que lo sepas.

notas sobre un remezón

Desde aquella tarde, dormir se ha vuelto un sobresalto. Incluso me despierto de sentir el movimiento de mi cama, movimiento que casualmente origino con mi narcolepsia, mis fibromialgias y mi síndrome de pies inquietos. Si estoy sentado frente al monitor y la ventana vibra por el paso de un auto en la calle, también tiemblo. Hoy no fue la excepción. Me encontraba conversando por teléfono y una onda vibratoria me sacó del letargo en el que estaba: ¡Carajo! ¡Otra vez!, por suerte terminó pronto; pero eso reavivó el temor en mi.
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Estuve 28 horas sin luz, 18 de ellas sin agua. Sentía que el terremoto había mellado el centro de mi casa. Me sentía incómodo, molesto, reclamando a las empresas dedicadas a brindarnos esos servicios. No pude ver sino hasta la noche del jueves la magnitud de los hechos en las zonas cercanas al epicentro. Desolación, tristeza, hambre, sed, dolor. Me sentí como un estúpido al haberme sentido tan incómodo con la falta de luz y agua durante unas horas. Esa sensación se tornó a tristeza, a pena, a dolor compartido, a preocupación, a interés.
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Ayer sábado acompañé a mi novia de compras a un supermercado. La idea era adquirir lo necesario para enviar a la zona de desastre. Las góndolas de enlatados, conservas y agua estaban vacías. Mucha gente compraba fideos, arroz, aceite, leche, pañales. Sentí que había un movimiento común, una de esas cosas que salen a flote cuando el compatriota ha caído en desgracia: solidaridad. Espero que sigamos así.
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He repasado en mi mente y he ubicado las imágenes que tengo de Pisco, la ciudad, la playa, la plaza de armas, la iglesia, las calles. Fue hace 4 años que quedamos con mis padres en encontrarnos en esa ciudad iqueña para hacer uno de nuestros paseos familiares, esta vez a Paracas. La primera tarde y noche de nuestro viaje la pasé solo. Llegué antes que ellos y decidí salir a caminar, comer algo por ahí, contratar el servicio de una empresa de turismo, tomar algunas fotos. Ciudad pequeña, pero con un movimiento comercial considerable. Definitivamente la Reserva Natural de Paracas es el atractivo principal del lugar. Al día siguiente todo fue espectacular: la comida, el paseo, la Catedral, la zona donde están los flamencos, el mirador, la playa Lagunilla, con una caleta silenciosa de aguas esmeralda que dejaban ver la arena gruesa reposada en el fondo. Hoy he visto el derrumbe de esa hermosa formación rocosa, tallada por el viento y el mar, derruída hasta dejarla irreconocible. Me apené bastante, pensé en todas las familias que viven del turismo. Sentí que parte de mi vida estaba también ahí, derruída. Sólo me queda la memoria y unas fotos que tomé intentando remedar las postales.
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Aquella tarde estaba en un supermercado de un centro comercial en el distrito de Surco. El piso tembló, y seguíamos ahí; los vidrios se remecieron, y seguíamos ahí; el techo empezó a sonar, la estructura de metal bramó en forma contenida, y salimos a paso ligero. Empecé a dirigir a mi novia y a quien tuviera cerca para salir con calma. Ya fuera el piso seguía vibrando, pero no era una vibración como las que siempre he sentido en Lima, era ondulante, constante, inacabable. Los paneles publicitarios temblaban. Los postes de luz también. Frente a mí y cruzando la avenida, ví las casas moviéndose como gelatina, mientras las ventanas ondulaban... y a lo lejos, dos emisiones de luz, intensas, en un inicio blanquecinas, tornándose a violáceas para confundirse al final, con el cielo vespertino de Lima, que no tiene un color definido. Ahí la serenidad me dejó, sentí miedo y me dí cuenta que además del piso, mis piernas también temblaban. La gente lloraba, mujeres en crisis, hombres con rostros adustos, manos a las orejas intentando comunicarse. Silencio en la red telefónica. Desesperación. Filas en los teléfonos públicos, filas en la salida de los autos, filas en camino a casa. Luego me enteraría de lo peor, la zona del epicentro y todo el sufrimiento y devastación que ya sabemos.
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Hoy conversé con un gran amigo y colega. Me invitaba a unirme a su brigada de rescate. Fue enviado por la empresa petrolera en la que trabaja. Compromisos laborales me atan a esta ciudad. Él lo entendió. Quedamos en encontrarnos en Lima en un par de días. Su voz sonaba sombría, madura, como la de un hombre que lo ha visto todo y lleva experiencias de dolor y tristeza sobre sus hombros y en su retina. Le pregunté cómo se sentía. Triste, asombrado, preocupado, cansado. Muy triste. Fuerza negro, fuerza a todos. Desde donde estemos, podemos hacer algo.
Esto no ha acabado. Necesitamos un plan de contingencia. Somos parte de un país eternamente sísmico. Debemos actuar.